lunes, 4 de septiembre de 2017

Parte dos.

Genco lleva un tiempo sin ver a su padre. Desde que dejó de estudiar por un descuido, se ha dedicado a sí mismo. A lo que le gusta, a nuevas actividades. Mantiene su tiempo ocupado entre cosas y cosas, buscando trabajo y organizandose.
La última entrevista a la que asistió, fue pésima. El lugar era reducido, grupal, un ambiente inadecuado. El espacio para hacer el clásico dibujo de "la persona bajo la lluvia" fue una mesa con poco espacio, porque era mayormente ocupada por una computadora. Genco aún no se explica cómo ponen a un grupo de pseudo-profesionales a evaluar a tantas personas y cómo suponen que ese dibujo esté bien hecho y sea tomado en cuenta al momento de seleccionar.
Genco piensa: "No quiero trabajar aquí, estoy postulando solo por el dinero. Si respondo eso, no me darán el trabajo, que es lo que quiero, que en realidad no quiero...sino solo el dinero, que no ganare si no tengo el trabajo...vaya mierda".
Analiza su situación: sin un duro para comprarse algo, y sin la necesidad de comprarse algo...pero si con el pensamiento de que el dinero en algún momento faltará, y una nueva fuente de ingresos siempre es buena.
Genco desearía vivir de lo que le gusta, para lo que es bueno, no quiere un mediocre empleo de completo o medio tiempo en el que conocerá gente obligatoriamente y los terminará llamando "amigos". Él quiere salir, a la calle, al mundo, conocer casualmente a gente a la cual llamar "amigos" y vivir una experiencia mayor que "comer en horarios de trabajo a escondidas del supervisor".
En unos días verá nuevamente a su padre, y se siente algo nervioso por esa situación, no sabe qué pasará, de qué hablar con él, quien nunca pudo ganarse enteramente la confianza de su hijo.
Lo verá después de semanas, y ya puede imaginarse la escena: él nervioso y su padre inmutable, como si nada hubiera pasado.
Empieza a escuchar "La guitarra" de Los Auténticos Decadentes. Y recuerda el final de la secundaria, cuando suponía que la vida sería fácil, que nada cambiaría, o al menos que no cambiaría mucho. Qué patética es la adultez, trabajar años para engañarse y pensar que se vive, y después de décadas, cobrar una jubilación para tus años de no trabajo, en la recta final hacía la muerte. Al fin poder vivir a plenitud con setenta años a cuestas y la muerte tan próxima.
Genco siempre piensa en los oficinistas. ¿De niño alguien pensaba en ser uno? Él escuchaba "bombero, médico, astronauta, profesor, policía". Y los oficinistas, ¿No tenían sueños? Que horrible infancia, y que horrible vida en general. Tener que conformarse con un trabajo que no se quiere para pagar deudas y para vivir "bien".
Llegó el día, Genco fue a verlo, y todo fue como lo pensó. Su padre estaba como si nada hubiera pasado, prometiendo pagar la deuda y no atrasarse nuevamente con los pagos. Nada fuera de lo normal; extraño hubiera sido que su padre lo apoyara, lo dejara escribir como a él le gusta, que lo deje vivir como él quiere.  Pero bueno, de una misma historia, las siguientes partes no cambian mucho.