Hace varios años, un joven Gianfranco (hoy adulto, con empleos esporádicos y escritor de libreta) veía en las noticias que algunos niños, de su edad o cerca a ella, habían postulado e ingresado a universidades conocidas por tener exámenes complejos. La Universidad Nacional Mayor de San Marcos, por ejemplo, había sido domada por un infante, los padres del niño eran entrevistados en una nota rápida y luego la noticia quedaba perdida en el tiempo. Nunca más escuché de esas personas. Esos estudiantes brillantes que me habían inspirado y humillado en partes iguales, en menos de cinco minutos, habían desaparecido. Ahora, varios años después me preguntó dónde están, qué pasó con ellos. ¿Sus mentes en desarrollo quedaron estimuladas hasta llegar a una autorealizacion extraordinaria? ¿O han sido olvidados, justamente, porque nunca existieron?
Podríamos considerar que éste es uno de los psicosociales modernos que nos legaron antiguos gobiernos. Cortinas de humo amarillo extendidas para cubrir irregularidades del gobierno que el ciudadano de a pie no vio.
Los niños curadores, que imponían sus manos a las personas con dolor y las aliviaban, los animales profetas, las lagunas con aguas milagrosas y tanta ridiculez, que viéndola a distancia te hace llevar una mano a la frente. Alguien creyó todo eso, alguien lo llevó a la prensa.
Como periodista, al presentar una nota amarillista puedes pensar en lo estúpida que es, pero negarte a presentarla te arriesga a perder un trabajo que te apasiona. Entra entonces la interrogante filosófica que compromete aún más tu labor: ¿Vale más un trabajo falso que te genera muchos ingresos, o uno real que te genere poco? ¿Qué te llena realmente, el dinero o la vocación?
Lo dije hace un tiempo y mantengo la idea, quizá variando un poco las palabras: «si tienes a tu cargo a un pueblo y decides engañarlo para mantenerlo ignorante para tu beneficio, eres malo, eres muy malo».
La misma ignorancia que ha estado en la columna de este país y que no se irá porque seguimos siendo bombardeados por la misma prensa. Hace unas semanas se habló de escolares, nuevamente, ingresando a la universidad (ahora más creíble, porque eran de secundaria). Un secuestro evitado en tiempo récord nos parece complicado de creer, por el contexto político que atravesamos. Lamentablemente, el pequeño leñador que gritaba por la falsa llegada del lobo fue devorado, gracias a su pasado de mentiras. Y si estamos frente a la (recién inaugurada) efectividad policíaca, nadie lo creerá hasta que suceda nuevamente.
La policía está sucia, tanto como el gobierno. La misma mugre los cubre, ¿qué nos corresponde? ¿Mantenernos silentes? ¿A quién acusamos, cuándo volveremos a creerles?
Veo al joven Gianfranco, hoy tan lejos y tan inocente, sin estos cuestionamientos y feliz en su ignorancia, comiendo las mentiras servidas por la prensa tradicional. Veo actualmente a muchos peruanos sirviéndose de mentiras parecidas, regadas por la misma prensa. Ese pábulo ya está vencido. Mal provecho.
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