Perdí mi DNI. Lo buscaba en mi cuarto, que de lo desordenado que estaba, quedó patas arriba.
Perdí mi DNI un día antes de las elecciones y lo que me afectaba más que la multa era la libertad de elegir, cada voto cuenta (y claro que también me fastidiaba la multa, es impagable con mi economía de 100 soles al mes).
Luego de ver mi cara de preocupación, fácilmente descifrada por mi mamá que la reconoce desde mi primer 05 en el colegio, me dijo.
—¿Qué pasó?
—No encuentro mi DNI.
—Aquí en la casa nada puede perderse.
—¿No lo has visto?
—Busca bien. ¿Ya revisaste en tu cuarto?
Le lancé una mirada que también entendió y continuamos.
—Entonces no sé. Deberías tenerlo siempre a la mano. En la billetera o en tu escritorio.
Entonces recuerdo haberlo tomado de mi billetera la noche anterior para recoger un domicilio que pedí. Lo llevé en el bolsillo del pantalón que ahora mismo estoy usando y luego, al retornar a casa, lo dejé sobre la mesa del comedor. No lo regresé a mi cuarto ni a la cartera, alguien pudo moverlo haciendo limpieza o espacio en la mesa. ¿Y ahora? Nadie sabía ni daba razones.
Mi preocupación seguía, pero luego de un rato las cosas continuaban, así que dejé la búsqueda por un tiempo. Obviamente la desaparición me perseguía, no tenía (ni tengo) idea si está permitido votar con un carnet universitario o algo parecido. Eso me salvaría momentáneamente.
Luego del almuerzo, mi rostro ya no era el de preocupación. Estaba resuelto a no ir a votar y simplemente pagar la impagable.
—¿Y por quién ibas a votar? -Pregunta mi madre.
—Tu sabes por quién.
—¡Ja! Entonces mejor que no lo hayas encontrado.
—Y mejor ni hablar de eso.
—Si, si. Igual yo elijo lo contrario.
—Ya lo hemos debatido, no tiene sentido hacerlo de nuevo.
—Falta poco y cualquiera puede ganar. El país está dividido. ¿No quieres reconsiderar tu voto?
No trataba de persuadirme por primera vez, pero esta conversación se repetía.
—Lo he pensado mucho y tengo claro mi voto.
—Pero no vas a votar por tu DNI. Mira, mejor analiza bien al candidato... digo, por si tu documento aparece.
Y nuevamente, como antes había pasado, sospeché. Mi mamá es experta en desaparecer cosas, como un antiguo disco que ponía en las fiestas y a ella no le agradaba.
En esta ocasión, no le agradaba mi elección.
—¿Tu lo tienes?
—No, creo que no. ¿Me lo diste? Quizá lo tengo guardado.
—Mamá, estaba en la mesa. Es una ridiculez, ¿lo tienes?
—Yo no lo tengo ¿Qué te pasa?
—Bueno, igualmente sabes que esa multa la pagas tu. Y mi voto es uno de millones, quizá no sea tan importante. Ya lo hablamos, el país está dividido a la mitad.
Me miró por un momento y luego tomó su bolso.
—Creo que lo guardé, como estaba tirado en la mesa...
—Claro, pero en la casa nada se puede perder -la miré luego de usar su frase y ella solo miraba al interior de su bolso, fingiendo buscarlo.
Después de unos segundos me lo entrega. La tarde pasa sin mucho drama, conversamos un poco en la noche.
—Tenemos opiniones muy diferentes.
—Pero somos familia.
—Eso siempre, hijo. No importa qué pase, no dejaremos de estar juntos, al menos hasta que te cases y te mudes.
—Todo saldrá como deba salir. Bien, mal, o quizá nos estamos preocupando por nada.
—No, definitivamente tendremos malos momentos. Pero estaremos unidos, en donde sea y durante el tiempo que sea.
Nos abrazamos por largo rato. Otras mamás habían hecho lo mismo, son los riesgos de la tecnología y los grupos de chat de madres.
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